jueves, 17 de mayo de 2012

El Dinero, Bert hellinger

El Dinero

El dinero es fuerza. Tiene su efecto. A él le precede algo, por ejemplo un esfuerzo, que ha aportado ingresos. Cuánto mayor el esfuerzo, tanto más fuerza tiene el dinero, siempre y cuando corresponda al esfuerzo. Si la remuneración es menor al esfuerzo, que con ella se paga, mantiene su valor, pero la fuerza es menor. Si la remuneración va más allá del esfuerzo, también pierde en fuerza. Eso se muestra en el hecho, de que se quiere ir. No quiere ni puede quedarse.

Lo mismo vale, si acumulamos el dinero sin siquiera haber hecho algo con él o haberlo gastado en una prestación recibida.

Cuando el dinero se independiza, es decir, se desliga de prestaciones, de servicios a la vida para nosotros o para otros, quedan de él números sin valor verdadero. Vuelve a recuperar ese valor, si produce algo más que números, si produce una eficacia, que exige algo personal de aquél, quien lo hace. Es decir, si al tomarlo no se ocasiona daño a otros, sino que se gasta y se da, para poder lograr algo, que pueda servirle a ellos y a otros.

Desde luego también aquí sólo, si ellos se esfuerzan por ello. Dinero prestado, que ocupa el lugar en vez de un esfuerzo, se pierde. Se pierde sin fuerza.

El dinero se mueve en el círculo de rendimiento y salario, de nuevo rendimiento y nuevo salario. En este círculo crecen ambos, el rendimiento y el salario.

A la inversa, sin rendimiento y sin el salario equitativo, o si el dinero es prestado o dado, sin tener en cuenta un rendimiento equivalente, comienza un círculo semejante. Pero aquí de pérdida en pérdida, hasta que el excedente desaparece.

El dinero se mantiene alejado del que lo desprecia. Sin dinero él se hace débil en lugar de fuerte y permanece pobre.

El que por ser modesto, se arregla con poco dinero, a él se dirige. Le llega cuando lo necesita. Permanece como una fuerza.

El que aprecia el dinero, puede dejar que siga su curso. Lo mantiene en una correa larga como a un perro. Con tanto más gusto el dinero regresa a él, cuando lo necesita y cuando lo llama.

A veces el dinero se retira. Por ejemplo, cuando despreciamos algo que nos es ofrecido con amor, que nos han dado, especialmente el logro de nuestros padres. Sólo si apreciamos sus logros, llega a nosotros y a ellos la paga, equivalente a este logro.

Eso también vale en general. Si respetamos el esfuerzo, que otros realizan para nosotros, muchas veces sin paga, proviene con este esfuerzo tanto para ellos como para nosotros un rendimiento. Ellos retribuyen ese respeto con más esfuerzo, sin reparar en ello. Sin nuestro respeto ya no habrá esfuerzo.

Todo dinero proviene y se mantiene en este mundo. En otro mundo, más allá del nuestro vale otra moneda. Sin embargo el dinero de aquí tiene un efecto en ese otro mundo, si de buen modo tanto lo podemos tomar como dejar. Tiene permiso de quedarse, cuando nuestro tiempo acaba.

La pregunta es: ¿Para quién o para qué se queda? El que lo recibe después de nosotros ¿tiene la fuerza de quedárselo? ¿Se convierte en remuneración por un esfuerzo, que él tenga que rendir o se convierte en un peso, que aplasta en lugar de regalar algo?

De estas reflexiones ¿qué resulta como comprensión? El dinero se comporta como un mensajero, que nos es enviado de otro sitio. Él quiere que lo ganemos para lograr algo con ello y luego dejarlo a su debido tiempo. Escuchamos el mensaje que este mensajero nos trae de otro lado, con cuidado ponemos atención, lo que exige de nosotros, sea lo que fuere, al servicio de su señor. Escoger no podemos ni debemos.

Manejamos a nuestro dinero de forma devota, como lo haríamos con una revelación divina. Con ella en sintonía, asentimos al dinero, sea lo que fuere que espere y exija de nosotros. En sintonía con esa revelación, nuestro trato con él se convierte en un servicio a Dios y en servicio a la vida para muchos- un servicio con amor.



Despedir

Despedimos un colaborador, cuando en su rendimiento disminuye. Al mismo tiempo con ello lo despedimos de una preocupación, como que nosotros le deberíamos algo, que va más allá de lo comercial. Si no los roles se intercambian. Es él quien entonces exige, en lugar de dar, nosotros le damos, en lugar de exigir.


Aquí se trata de determinar los límites, para él y para nosotros. El que exige, también tiene que dar. El que da, tiene y debe exigir equivalentemente.

¿Cuál es aquí el proceso interior del que se trata? De antemano ambas partes deben saber, se trata de una relación de igual a igual, es decir de dos personas independientes, sin que existan exigencias ocultas o que haya que rendir esfuerzos, que vayan más allá de ello. Si el colaborador se comporta como que si pudiera esperar más de lo que produce, por ejemplo como si tuviera que ser cuidado por nosotros como de niño en su familia, los roles se intercambia, si lo consentimos.

Por otro lado no puedo esperar más de él, que la causa, a cuyo servicio estoy, amerita. Yo soy tomado al servicio por la causa, también aquí de igual a igual. Yo estoy a su servicio y ella al mío, equivalentemente al esfuerzo recíproco producido. Si disminuye mi esfuerzo, disminuye esa causa. Si se demuestra que ya no está al servicio mío y de otros, cede mi interés y mi entrega por ella. Entonces también ella es despedida por mí y será sustituida por otra.

En ambos casos se trata del esfuerzo, que se encuentra al servicio de una causa, que vaya más allá de lo personal. Ultimadamente está al servicio del progreso y con respecto a él será medida. Si ya no nos encontramos al servicio del mismo, seremos despedidos por él. También aquí decide el resultado.

Por lo tanto, también nos despedimos a nosotros mismos, si nuestro servicio ya no corresponde a la causa. Nos retiramos y hacemos sitio para otros.

La pregunta aquí también es: ¿Atendemos al asunto con amor y nos alegramos si resulta? ¿Es el asunto el que mantiene la dirección o se ve sometido a otros intereses, de tal forma que se convierte en menos en lugar de más? Si, de nuestra parte, amenazamos al asunto con la despedida, el orden se vuelve a restablecer cuando éste retoma la dirección. Estamos al servicio de él, él nos sirve hasta donde nosotros le servimos a él.

Entonces podemos quedarnos y otros pueden quedarse. ¿Cómo? Temporalmente, mientras respondamos bien y nuestro rendimiento se haga más en lugar de menos. Porque así también responde la vida, hasta que su rendimiento cede y al final nos despide.

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